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jueves, 5 de diciembre de 2013

Mi Historia: ¿La Fibromialgia tiene la culpa? (parte III)

Tras tener a mi hijo, todo se complicó. Deberían haber sido los mejores momentos de mi vida y sin embargo, fueron con diferencia los peores. A los 3 días de salir del hospital con mi niño, empecé a tener muchos dolores en el vientre que aumentaban cada vez más. Acostumbrada como estaba al dolor, pensé que podían deberse a los llamados "entuertos" que son los calambres del útero cuándo se contrae para volver a su estado normal tras el parto. Así que aguanté hasta el 4º día, en el que ya acabó siendo insoportable. LLamé al médico y le pregunté si era normal tantísimo dolor, pero me dijo que no y que me fuera a urgencias.

A partir de ahí, vinieron 4 meses de pesadilla, dónde los dolores constantes y las múltiples visitas a urgencias (todos los días!) se convirtieron en una macabra rutina. En ese tiempo me ingresaron varias veces, dándome después el alta sin más, me atiborraron de toda clase de analgésicos intravenosos y derivados de la morfina e incluso tuvo que recogerme una ambulancia varias veces. Los médicos no se ponían de acuerdo, unos decían que era depresión postparto, otros que era de la misma Fibromialgia e incluso hubo un iluminado que me mandó a casa con unas pastillas para los gases. Lamentable. La misma etiqueta de la Fibromialgia, hacía que no se tomaran en serio el cuadro tan intenso de dolor y por otra parte, en las pruebas de sangre no salía nada...¡pero hubiera sido tan fácil hacerme una simple ecografía!

Mientras tanto, mi pareja se encargaba casi todo el tiempo de un bebé pequeño que no podía estar con su madre; había días que me pasaba en el hospital 10 horas, conectada a una vía con analgesia, y cuando salía totalmente "drogada" tenía que acostarme porque no podía mantener los ojos abiertos. Y luego, vuelta a empezar y al hospital de nuevo. Siempre echando de menos a mi niño y sin saber muy bien qué me pasaba.

Un día, después de volver una vez más del hospital, al llegar a casa empecé a vomitar y fue ahí dónde por fin me hicieron caso. Me puse amarilla, ojos incluidos, y entonces al hacer la bendita ecografía vieron que tenía piedras en la vesícula y que una de ellas se había quedado atrapada en el colédoco, obstruyendo el paso de las bilis. Ahora que mi vida estaba en peligro, todo fueron prisas e incluso disculpas. Me operaron enseguida de la obstrucción y al mes también me extirparon la vesícula. Un médico amigo de la familia, me confesó que las "etiquetas" nunca son buenas y que en mi caso, debido a la premisa de "personalidad fibromiálgica" que el diagnóstico conllevaba, no me habían dado más credibilidad. Es descorazonador pensar que si llego a tener un historial "limpio" las cosas hubieran sido de otra forma, evitándome tantísimo sufrimiento y sobre todo, perderme los primeros meses de la vida de mi hijo.

Pero todo eso no tendría importancia ya, son cosas que pasan y me había tocado, lo importante era que ya estaba todo solucionado...¿o no?

Al fin y al cabo 3 operaciones en 4 meses no debían ser buenas para alguien con una enfermedad crónica...

(continuará...)