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jueves, 7 de noviembre de 2013

Mi Historia: La vida da paso a la Vida (parte II)

Por esa misma época, conocí a mi actual pareja y la vorágine propia de los primeros tiempos, me hacían pasar por alto otros muchos síntomas que comenzaban a instalarse. Se incrementaron los problemas de ansiedad e insomnio, que tal y cómo venían, luego se iban. También los dolores eran cada vez mayores y comencé a sentirme más cansada de lo normal.

Así pasaron 5 largos años, en los que quedó claro que mi sistema inmune no andaba bien, cogiendo infecciones recurrentes a las que ningún médico daba importancia. Siempre estaba enferma de algo, catarros, bronquitis, infecciones de orina, gastroenteritis, faringitis y un largo etc. Y todos esos episodios incrementaban los brotes de dolor.

Para una persona acostumbrada a una vida normal, el permanecer cada vez más tiempo encerrada en casa se hacía muy difícil. No poder hacer planes, porque nunca sabía cómo estaría para la fecha, se convirtió en algo habitual. En determinados momentos, hasta atarme unos zapatos era una misión complicada, así que empecé a depender bastante de mi pareja, quién estuvo ahí aportándome fuerzas sin cuestionarse nada. Tanto él como mi madre, siempre me apoyaron, me creyeron y  no dudaron de que lo que yo estaba viviendo era real. No así otras personas de mi entorno y algunos médicos, a los que a día de hoy me gustaría hacerles una visita...

Yo sabía que algo "gordo" pasaba con mi salud, pero la etiqueta de la Fibromialgia, me parecía en esos momentos la explicación más plausible. Y cómo tampoco había demasiada información al respecto y los otros médicos a los que visité, lo daban por cierto, no me planteé que pudiera tener otra cosa. Siempre me decían que era por mi personalidad nerviosa, que me preocupaba demasiado por las cosas, que hiciera ejercicio y afrontara la vida con buen ánimo. A mi no me faltaba el ánimo, sino que me sobraban dolores. Y el ejercicio no lo toleraba en absoluto.

Siempre había querido ser madre, así que nos pusimos a ello, y aunque costó un poco, al final un día descubrí que estaba esperando un bebé. Mi bebé. No puedo describir la mezcla de sensaciones que sentí, es algo que sólo las madres pueden entender. Y a pesar de mi estado de salud, no me planteé demasiado que fuera a ser una madre diferente, no en ese momento.

Durante el embarazo, todo fue aparentemente algo mejor, sin embargo empecé a tener muchas molestias en el abdomen y unos dolores tipo cólico que me hacían retorcerme. Además comencé a vomitarlo todo y a perder peso. Aunque parezca mentira, dadas las circunstancias, ni el ginecólogo ni ninguno de los 5 médicos que visité le dieron importancia, alegando que era normal en mi estado y que quizás yo era demasiado "sensible" (quisieron decir "quejica") a las molestias propias del embarazo al ser una madre primeriza. Así que padecí toda clase de malestares abdominales, vómitos diarios con incapacidad de retener comida alguna y por ende, una pérdida de peso paulatina, durante los 9 meses.

Cuando llegó el momento del parto, yo estaba preparada mentalmente y dispuesta a lo que viniera. Pero lo que vino fueron 36 horas de parto sin analgesia alguna (por decisión propia) que soporté lo mejor que pude. Aún así, la cosa no avanzaba nada, y al final tuvieron que practicarme una cesárea de urgencia por caída de latidos fetales. Pero ni siquiera eso me importó, porque cuando escuché a mi hijo llorar por primera vez todo lo demás se borró. Era madre.

(Continuará...)



lunes, 4 de noviembre de 2013

Mi historia: El dolor (parte I)

Siempre fui una persona activa y algo nerviosa. Desde pequeña quedó claro que la paciencia no era lo mío, quién me iba a decir, tantos años después, que tendría que hacer acopio de ella.

De niña fui todo lo saludable que pudiera esperarse, aunque siempre me costó adaptarme al ejercicio físico y nunca se me dieron bien los deportes, por lo que me gané la fama de ser un poco "vaga".

Mi salud fue siempre normal, exceptuando los clásicos cuadros de amigdalitis aguda, que tocaban dos veces al año hasta que cumplí los 18, cuándo misteriosamente desaparecieron. Fue sobre esta edad, cuando repentinamente comencé con problemas intestinales que coincidieron con un aumento injustificado de peso. Yo siempre había sido muy delgada y en menos de 6 meses, engordé 15 kilos. Algo no iba bien...

Un poco más tarde, comencé a tener síntomas depresivos y más tarde ansiosos, que en ese momento todos asociamos a problemas familiares. Todo ésto no hizo sino recrudecer los síntomas intestinales, por lo que me hicieron toda clase de análisis que pudieran arrojar luz sobre el por qué de las diarreas y los dolores abdominales. Todo salió negativo.

Mas adelante, sobre los 25 años y a raíz de un trauma cervical sin importancia, comencé a sufrir dolores y contracturas musculares cada vez más severos, empezando por la parte superior del tronco y que poco a poco se fueron extendiendo a otras zonas del cuerpo. Casi a la vez, llegó también el insomnio y problemas con el sueño. Tras varios meses y muchos ingresos en urgencias por estos motivos, acabé en la consulta de un reumatólogo que tras hacerme la prueba de "los puntos gatillo" me diagnosticó de Fibromialgia . Con mi edad, para nada cuadraba con la etiqueta de "señora de más de 50 años fibromiálgica".  Las etiquetas en temas de salud no son buenas y a día de hoy, he conocido casos de todas las edades, hombres y mujeres, con esa dura enfermedad. Incluso existen casos de niños.

A partir de aquí, los dolores se hicieron cada vez más insoportables, extendiéndose a todas las partes del cuerpo y con frecuentes brotes que me dejaban tumbada en el sofá. Los médicos no me ofrecieron tratamiento alguno, más allá de antidepresivos y relajantes musculares que sólo empeoraban el cuadro, pues el efecto rebote era considerable. Para ellos mi caso no merecía mucha credibilidad y lo achacaban todo a un cuadro depresivo o incluso de somatización. Hace sólo 8 años, la Fibromialgia no era apenas conocida y muchos médicos dudaban incluso de su existencia. Hoy en día, se ha pasado a todo lo contrario, diagnosticándola muy a la ligera, a todos aquellos casos de dolor crónico inexplicado, sin considerar otras posibles causas. Mal asunto...

Entré así en un círculo vicioso de dolor-ansiedad-insomnio-dolor que me mantuvo por años en una pesadilla. Los problemas intestinales se agravaron, por lo que tuve que someterme a una colonoscopia. El resultado fue: "Inflamación inespecífica del cólon" Es decir, un Síndrome de cólon irritable (SII) que se sumaba a mis otros diagnósticos.

A pesar de todo ello, siempre conservé las ansias de luchar, al fin y al cabo era joven aún, y me podían las ganas de vivir. Por eso continué yendo a conciertos y salidas, que cada vez más a menudo, tenía que dejar a la mitad por un brote de dolor. Era frustrante. Así que poco a poco fui perdiendo vida social, porque la medicación, los dolores y los incipientes problemas cognitivos, eran incompatibles con ella.

(Continúa en parte II)